Es de esperarse que el Congreso cumpla con su más elemental función de control político y mande a su casa al ministro de Salud, Hernán Condori, cuya presencia en el gabinete es una ofensa a los deudos de los más de 200 mil peruanos que han perdido la vida, entre ellos cientos de médicos que murieron cumpliendo su misión en los momentos más críticos de la pandemia, mientras el ahijado del corrupto Vladimir Cerrón se dedicaba a promover brebajes y “aguas mágicas”.

Totalmente comprensible la postura del Colegio Médico del Perú (CMP) de expresar su rechazo a este indigno miembro de su orden que aparte de ofrecer “agua arracimada”, aseguraba ante una cámara que podía detectar el cáncer de cuello uterino en apenas un minuto sin ser especialista en algo. Condori es, pues, un charlatán de aquellos que solo pudo haber sido nombrado ministro por un presidente con tantas limitaciones como Pedro Castillo.

De otro lado, resulta inaceptable que el presidente Castillo y su socio Cerrón anden diciendo que Condori está donde está porque “es de la chacra” o “del pueblo”. ¿Qué tiene que ver eso? ¿Acaso el venir del campo tiene que estar ligado a la informalidad, la charlatanería y las nulas calificaciones? Una autoridad debería esforzarse por dotar a todos los ciudadanos de un eficiente sistema de salud y no condenarlo a que su vida y su bienestar estén en manos de un vendedor de pócimas mágicas.

Censurar al ministro Condori debería ser un mero trámite en cualquier Congreso que se respete. Sin embargo, con alarma hemos visto que con las justas se han conseguido las 33 firmas necesarias para presentar la moción que tendría que llevarlo a ser echado del Poder Ejecutivo por la puerta falsa. Se podía esperar que lo blinden los congresistas de Perú Libre, sus aliados de Juntos por el Perú y hasta “Los niños” de Acción Popular, pero, ¿y los demás?

Los peruanos tenemos que mantenernos vigilantes y ver quiénes son los congresistas que se tiran para atrás en la tarea de censurar al rey del “agua arracimada” por razones que sería bueno conocer. La salud “del pueblo” tiene que estar en manos de los mejores, no en las de Condori. Decir lo contrario es demagogia barata y ofensiva en un país donde la gente ha visto cómo la pandemia se ha llevado a padres, hijos y hermanos por no poder acceder a una cama UCI o a un balón de oxígeno.