En esta época de creciente antiparlamentarismo, pronunciarse a favor del retorno a la bicameralidad, es un acto de sublime heroísmo ya que las impacientes e inmisericordes críticas, no tardan en pronunciarse. Por cierto, esta oposición radical al sistema parlamentario no es un signo de nuestros tiempos, quiero decir, no es una novedad del siempre disconforme pueblo peruano. Esta crítica, ya aparece -perfectamente lograda- en la película de los enigmáticos franceses Jean Mamy y Jean Marie Rievere, Las fuerzas ocultas de 1943. A pesar de la ferocidad de las oposiciones, ¡tendremos un Congreso bicéfalo! Es decir, que, a partir del año 2026, la composición del Congreso de la República, será bicameral, esto es, conformada por una cámara de diputados y otra de senadores. El abogado constitucionalista Natale Amprimo, publicó el martes pasado un artículo en El Comercio, en el cual se muestra crítico y refuta la ley de reforma constitucional que favorece la instauración de diseño bicameral. Si bien, el señor Amprimo se muestra inflexible en el cambio de organización congresal, sus palabras demuestran conocimiento y sensatez. Entre tantas pertinentes observaciones a la ley de reforma constitucional, el señor Amprimo resaltó uno de naturaleza conceptual. La edad mínima requerida para ocupar una curul en el senado es de 45 años -y sin importar la edad, pueden postular los que hayan sido congresistas- ¡Qué despropósito! ¡Las palabras tienen un sentido específico! ¿Es que acaso los legisladores padecen de amnesia etimológica? La etimología es una ciencia de las humanidades que permite descubrir y enterarse del origen de las palabras. Senado viene del latín senex. Y quiere decir: Senectud.
Congreso bicéfalo por Alejandro Martorell (OPINIÓN)
Columna de opinión | Licenciado en Ciencia Política