No espero nada de Aníbal Torres, una persona que ha demostrado con creces que no está en sus cabales y que solo la estulticia contumaz del habitante precario de Palacio mantiene en el cargo. Poco espero de otros tantos del Gabinete como los impresentables Alejandro Salas (Cultura), Félix Chero (Justicia) o Roberto Sánchez (Comercio Exterior), todos ellos, con más o menos apetito, arrastrados al plato de lentejas que un Gobierno indigno les arrojó en el suelo para que aquellos con más deshonor y angurria se echaran a devorarlos.

La lista es larga y a casi todos los conocemos, pero tras la captura de Bruno Pacheco y el inminente desmoronamiento de este régimen de malandrines, tras el tsunami de pruebas y testimonios que acercan a Pedro Castillo, a sus secuaces y a su familia al umbral de la cárcel, ¿qué hacen  algunos ministros que pueden ser considerados personas con un historial de decencia? ¿Qué hace allí la señora Alessandra Herrera, ministra de Energía y Minas? ¿Y el muy técnico titular del MEF, Óscar Graham? ¿Y César Landa, el seudo gurú que interpreta la Constitución desde el lado colorado que preconiza? ¿Tan apetecible es el fajín y las circulinas, la parafernalia ilusa del poder, las venias fingidas de los subordinados? Estimo, señores, que el precio es muy alto para arrojar al vertedero de la historia el poco prestigio que, a estas horas, les queda. Porque la historia será lapidaria y les dirá que todos acabaron en la misma ciénaga, conviviendo con los Beder Camacho y los Bruno Pacheco, al pie de las Karelim López y los Zamir Villaverde, compartiendo en cada sesión del Gabinete los consejos menesterosos del Torres que admira a Adolfo Hitler y del Willy Huerta “experto” en seguridad que no pudo evitar la captura del prófugo más letal de Castillo.

Esa es la historia que no se borra por más enciclopédicos que hayan sido o más jurisconsultos que, algunos, los hayan considerado. El tiempo acaba, la historia se cierra, los plazos terminan y ya es tarde ministros, muy tarde, para al menos una bocanada de dignidad.