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La caída de una banda de delincuentes encabezada por el alcalde de La Victoria, que se dedicaba al cobro ilegal de dinero a ambulantes por el uso de veredas y a otras actividades ilícitas, ha dejado en claro que la corrupción de los funcionarios ediles en este distrito es la que ocasionaba que tengamos zonas convulsionadas y peligrosas como Gamarra y otras.

Si miramos a otros distritos de Lima y al interior del país, donde también hay ambulantes haciendo de dueños de las calles, cabría preguntarnos si esta situación también es producto de la corrupción o “simplemente” de la ineptitud de las autoridades. En ambos casos, la cosa es grave y debe ser tomada en cuenta por los ciudadanos a menos de dos meses de las elecciones municipales y regionales.

Desmadres como el de La Victoria, el Centro de Lima u otras zonas comerciales en las diferentes provincias no pueden pasar a ser parte del paisaje. Tenemos derecho a exigir que haya orden y, sobre todo, que no haya corrupción de parte de las autoridades. Gamarra ha sido por años un monumento a la corrupción y a la ineficiencia en la gestión municipal.

A todos esos que hoy, en su faceta de candidatos, se presentan sonrientes y carismáticos como los salvadores de sus ciudades y regiones, habría que preguntarles si serán capaces de marcar una diferencia en la gestión frente al comercio informal, la corrupción y la ineptitud, o si vamos a seguir en lo mismo. El lamentable caso de La Victoria debería servir para marcar un antes y un después en este asunto.