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Nuestro sistema de justicia no solo ha emanado un fétido olor en sus esferas más altas, tal como lo demostraron los audios del escándalo difundidos desde la primera semana de julio último. La podredumbre ha estado y está también en las instancias inferiores, y una muestra de ello es el hecho de que un sujeto al que se acusaba de ser parte de la banda de Gerson Gálvez Calle, (a) “Caracol”, y de estar relacionado con un ataque a otro presunto hampón, haya estado en libertad.

Me refiero al caso de Junior Tarazona Acher, quien la noche del lunes último fue asesinado de diez balazos dentro de un sauna ubicado en la calle Miguel Dasso, en San Isidro. Resulta extraño que con todo lo que se sabe de este personaje, que incluso fue acusado de estar implicado en el ataque al vehículo de Gerald Oropeza en abril del 2015, estuviera gozando de libertad gracias a ese Poder Judicial que ojalá dé una explicación de esta situación.

Por hechos como estos es que el sistema judicial se ha ganado el rechazo mayoritario de los peruanos. Por hechos como estos es que resulta tan complicado avanzar en la lucha contra la inseguridad ciudadana. Tarazona Acher fue arrestado en noviembre del 2015, pero a los pocos meses ya estaba libre, y fue en esas circunstancias que fue ultimado por un sicario que escapó cubriendo su cuerpo apenas con una toalla.

En este país, donde el Poder Judicial está en la mira de la opinión pública por el presunto abuso del arresto preventivo, vemos que, de otro lado, los jueces no actúan con la misma rigurosidad no solo en el caso de Tarazona Acher, sino en muchos otros, donde gente que debería estar tras las rejas anda libre o bajo arresto domiciliario. Más que mala aplicación del Código Penal o negligencia, acá campea la corrupción.

El asesinato de la calle Dasso tiene que aclararse. Se tiene que conocer quién ordenó esta muerte, pero igual debe saberse por qué el Poder Judicial mantenía en libertad a la ahora víctima. La lucha contra el delito y la inseguridad tiene que ser integral, y con jueces así todo seguirá caminando mal. Condenable la corrupción de los “hermanitos”, pero también la que por décadas permanece enquistada en las instancias inferiores.

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