El jueves Dios se volvió peruano. El partido contra Argentina en La Bombonera, que nos acerca al Mundial, fue uno de los sucesos más celebrados. Aunque solo fuera un empate, nos sentimos ganadores.
Lo que más sorprendió fue esas ganas de las que nos contagiamos los peruanos, apoyando sin dudarlo a nuestra selección. Nos sentimos hermanos, nos sentimos iguales, sentimos que compartíamos un fin común y que el resultado nos beneficiaría a todos.
¿Por qué no podemos ser así o, al menos, un poco así, en el día a día? A partir del viernes volvimos a lo mismo: pleitos, insultos, mentiras y todo tipo de agresiones que, si no nos damos cuenta, nos están llevando a un país invivible.
Lo importante del partido fue demostrarnos a nosotros mismos que sí podemos tener a quién admirar, que sí podemos unirnos para una causa común y que sí, somos peruanos, y Dios también lo es.
Ahora sigamos adelante, no solo el martes contra Colombia. Sigamos trabajando para que nuestro país progrese, por los más pobres y por nuestros hijos. No debemos continuar con estas agresiones, pues no tiene sentido.
Acusar a líderes políticos de ser criminales organizados es demasiado, así sea ese únicamente el nombre de la ley que les van a aplicar. Tratar de acusar a miembros de un partido por hacer recaudación de fondos de ser también una organización criminal no es serio. ¿Por qué no arreglamos nuestros temas? Esos que todos sabemos que tenemos. Nuestros esqueletos en el clóset y dejamos de una vez por todas de andar en estas persecuciones que solo dañan. Propongo que todos los políticos vistan la blanquirroja, ¡a ver si así jugamos juntos y pateamos para el mismo lado!
En serio.