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La buena suerte del expresidente Ollanta Humala parece estar llegando a su fin, pues las evidencias presentadas por Marcelo Odebrecht, el capo de los capos de la corrupción en América Latina en el marco del caso “Lava Jato”, muestran que parte del dinero recibido por el llamado “nacionalista” llegó a sus manos cuando ya era jefe de Estado, por lo que ya no estaríamos hablando de “aportes de campaña”, sino de sobornos.

Estos documentos serían el sustento de las afirmaciones dadas por Odebrecht y su brazo extendido en el Perú, Jorge Barata, en el sentido de que entregaron 3 millones de dólares para la campaña de Humala en el 2011. La novedad es que ahora esos dichos vienen siendo probados. A esto se añade que, según las evidencias mostradas por el portal brasileño Estadao, parte de los pagos llegaron cuando el comandante y su esposa ya estaban instalados en Palacio de Gobierno.

En la primera línea de esta columna menciono la “buena suerte” de Humala porque, con los antecedentes que desde el 2006 se tenían de este personaje, queda claro que jamás debió llegar a ser presidente. Ahí están las denuncias por los crímenes de Madre Mía que la Fiscalía y el Poder Judicial pasaron por agua tibia. También se conocían los oscuros ingresos que Nadine Heredia había recibido por trabajos nunca realizados, hasta como consultora en “asuntos capilares”.

Humala la tiene complicada. Antes decía que no había pruebas de los dichos de Odebrecht y Barata, pero ahí están. Sería bueno conocer qué dicen ahora sus escuderos, incluyendo a algunos de sus exministros que se pasean por los medios y las redes promocionándose como la “reserva moral” a pesar de haber trabajado para un “nacionalista” lleno de antecedentes dudosos, quien además habría recibido dinero de una empresa corruptora extranjera cuando era presidente.

Si realmente hay un cambio en el Ministerio Público y ahora las cosas ya no son como cuando las manejaban Pablo Sánchez y Hamilton Castro, se debería actuar inmediatamente con Humala, quien insiste en negar todo, hasta que recibió plata para su campaña cuando aún no era la máxima autoridad del Perú. Difícil creerle ante la contundencia de las evidencias que lo implican ya no solo en lavado de activos, sino también en un presunto cobro de sobornos.