La valoración del trabajo en equipo ha tomado un auge innegable en los últimos años en lo que se refiere al fútbol. Si bien la naturaleza del deporte rey nos impulsa a atribuirle el éxito a una necesaria armonía en el campo de juego, para nadie es un secreto que las individualidades han sido parte medular de la historia del fútbol. Oncenas plagadas de “monstruos” daban como resultado equipos invencibles, que ostentaban la denominación de “equipazos” sin, necesariamente, exhibir una grandeza colectiva en sus propuestas.A medida que el tiempo fue avanzando y el fútbol mutando, el trabajo en equipo comenzó a tomar las riendas en las estrategias técnicas para plantear los partidos, al punto que, hoy por hoy no es necesariamente el equipo que más estrellas tiene en su plantel el que termina imponiéndose, sino el que mejor echa mano de lo que tiene. Un equipo con jugadores de rendimiento similar, pero con un entendimiento superior dentro del campo constituye un bien irremplazable. Ahí están el Atlético de Madrid del “Cholo” Simeone, el Leicester de Ranieri, el Bilbao de Bielsa, o el Mónaco de Leonardo Jardim. Sin embargo, a esta verdad irrefutable le sigue otra y es la certeza del peso que una figura desequilibrante dentro de ese universo regular puede representar. Más allá del orden que los equipos puedan mostrar, el decaer de las figuras descollantes representa muchas veces un golpe irremediable para los esquemas. Un claro ejemplo de ello es Christian Cueva y la relevancia que su nivel adquiere en el Sao Paulo, una situación que también encuentra réplica en la selección peruana. El tema con cueva y el equipo brasileño es simple: cuando el peruano juega bien, el Sao Paulo juega bien. Es difícil saber si es que corresponde hablar de dependencia, lo dudamos; pero de lo que no caben dudas es del enorme bajón que sufrió el equipo, ya que Cueva experimentaba una decaída significativa en su nivel. Esta caída dio como resultado que empezara a hablar de una partida del equipo y hasta trajo como consecuencia la salida del legendario Rogério Ceni como entrenador.Ayer, Cueva volvió a ser ese jugador exquisito que le imprime un salto de calidad a la propuesta del Sao Paulo. Lideró al equipo para que lograra remontar un 3-1 y lo convierta en un 4-3, lo cual le permite abandonar la siempre incómoda zona de descenso. Mientras más partidos como este tenga el volante peruano, más opciones tendrá el Sao Paulo, no solo de alejarse de los últimos lugares, sino de tentar su inclusión en la zona de los torneos internacionales.La recuperación de Cueva llega en un momento crucial para la selección peruana también, ya que algunos comenzaban a hacerse la idea de un once sin Cueva, precisamente en función a la trascendencia que su presencia investía y lo peligroso que era tenerlo en cancha en un nivel que no es al que nos tiene acostumbrados. Incluso ya empezaba a hablarse de Paolo Hurtado como el “reemplazo natural”. Dejemos claro que las virtudes de Hurtado son innegables, pero también que la presencia del mejor Cueva fue determinante para que Perú haya logrado lo mucho o poco que ha logrado y eso Ricardo Gareca lo sabe mejor que cualquiera de nosotros.