El hoy recluso Elmer Cáceres Llica, en su momento gobernador regional de Arequipa, tendrá que cargar sobre sus espaldas con la muerte no solo de Hernando “Nano” Guerra García, sino también con la de todas aquellas personas que pudieron salvarse de no haber dejado sin efecto el vital convenio que existía con Southern Perú, para que la empresa minera que opera en la zona coloque profesionales de la salud durante las 24 horas del día en al menos tres postas médicas.
Es cierto que el Estado es el que debe velar por la salud de los ciudadanos y que la empresa privada no tendría por qué cubrir esa función. Sin embargo, si hay una necesidad de profesionales en una zona donde la gente no puede recibir atención médica al menos de emergencia porque en este país nos falta casi de todo, por qué no permitir que una compañía que cuenta con los recursos y la predisposición para apoyar, cubra ese espacio vacío.
En el caso de Cáceres Llica, la razón fue la ideología. Este antiminero rabioso, borracho y aprendiz de “revolucionario” que ahora está preso por sinvergüenza, prefirió dejar sin efecto el convenio suscrito por su antecesora Yamila Osorio, a través del cual Southern ponía dinero y permitía que haya atención las 24 horas en la posta de Punta de Bombón, a fin de atender cualquier necesidad de la población. La tragedia de Guerra García es apenas un ejemplo de las consecuencias de este acto criminal.
¿Cáceres Llica alejó a Southern para atender él las necesidades de salud de los arequipeños a través de su gestión y con recursos públicos? Falso. No solo no colocó atención médica permanente en postas como las de Punta de Bombón, sino que además su trabajo en el campo de la salud fue un verdadero desastre como se vio durante la pandemia de COVID-19, en que el Ministerio de Salud tuvo que intervenir desde Lima a fin de que la gente no se siga muriendo por la ineptitud y la corrupción de este hoy recluso.
Situaciones como estas son la consecuencia de votar de manera irresponsable por cualquier impresentable que anteponga la ideología del odio, el resentimiento y el floro barato de plazuela, a la sensatez y el sentido común en favor de los peruanos, especialmente de los más necesitados, cuya vida depende de una posta médica, esas que todos prometen implementar, pero que siempre se quedan allí agonizando, como una muestra de que la vida de los más pobres vale muy poco.