Hay palabras que no alcanzan a definir lo que uno quisiera expresar. Por ejemplo, ¿expresa la palabra “vergüenza” lo que uno siente tras la entrevista de Pedro Castillo a CNN? Claramente, no. No se trata ya solo del presidente de un país.
Un maestro de escuela que no es capaz de expresar un su lenguaje una regla tan básica de la sintaxis como la conjugación de género y número es, sencillamente, la cabal demostración de una sociedad en ruinas y de una enseñanza devastada por la incapacidad. ¿Podemos caer más bajo? Un presidente que balbucea, que miente con descaro, que se victimiza por su origen rural, que divaga, que se confunde y que no hilvana un par de ideas coherentes seguidas frente al derrame de cuestionamientos que enfrenta ha sido expuesto a las vitrinas del mundo por la vía de CNN. ¿Qué dirá ahora Nicolás Lúcar de su publicherry? ¿Y qué dirán los izquierdistas que encumbraron a ese pobre sujeto, que no sería más que una estadística de la crisis pedagógica nacional si no hubiese llegado a ser, por el odio de muchos, de los caviares y de los “cojudignos” presidente de la República? Pero el tema no es solo ese. Castillo es Repsol derramando su mancha de petróleo sobre la vida del país.
Lo mancha con sus mentiras, con su precariedad mental, con una incapacidad que lo desborda y, sobre todo, con sus clandestinas reuniones en Palacio y Sarratea que han sido el aperitivo del bufette de corrupción que más de uno se ha servido y del que algún día nos llegará la carta. ¡Y nos faltan 4 años y medio! Si la RAE es benigna con el Perú habrá de inventar alguna palabra que describa en toda su magnitud lo que algunos sentimos. Con “vergüenza” no alcanza. Algo que consolide la náusea, la indignación, la tristeza que nos invade cuando esto sucede, cuando un precario individuo se presenta ante el mundo como presidente del Perú.