La presidenta Dina Boluarte y todo su Consejo de Ministros pueden apelar cuantas veces quieran a la carta de la victimización y del acoso “por ser mujer y provinciana” para justificar el silencio que la mandataria guarda desde aquel pasado 5 de abril del 2024, cuando reconoció el origen de las joyas y relojes que ostentaba.
Lo mismo decía su antecesor en Palacio, el golpista Pedro Castillo, para evitar responder a la prensa por todas las tropelías que los medios de comunicación revelaban que cometían, él y sus allegados, desde el poder.
Como siempre, es más fácil culpar al mensajero cuando los responsables de todo el caos y de nula aprobación que tiene el gobierno son la propia Boluarte y el gabinete que encabeza un cada vez más difuso Gustavo Adrianzén.
El encerrar a la prensa para que no pueda hacerle ninguna pregunta a la mandataria es síntoma de que el Ejecutivo no tiene la más peregrina idea de qué hacer para salir del hoyo que ellos mismos están cavando y a donde están arrastrando a la ciudadanía.
Limitar el trabajo del periodismo demuestra también que no quieren dar explicaciones de nada y vivir en un mundo donde nadie los cuestiona.
Lo que no saben es que no importa que callen, no pueden tapar todo lo que ocurre en el país y que nosotros seguiremos dando a conocer.