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Las nuevas generaciones poco o nada conocen de la barbarie que sufrió el país en las décadas del 80 y 90 del siglo pasado e inicios del 2000. Esa huella de terror dejada por la insania terrorista de Sendero Luminoso no se borra de la mente de aquellos que vivieron en sangre propia tanta desgracia social que envolvió al Perú, en especial, pueblos de la sierra y Lima que sufrieron demenciales atentados.

Años que nadie espera que regresen, pues paralizó al país y dejó una gran herida que aún no se cierra.

Esta semana llegó a su fin uno de los tantos capítulos de nuestra historia que siguen abiertos, como es la ejemplar sentencia dictada a los implicados en el grave atentado de Tarata ocurrido hace 26 años y que causó la muerte de 25 ciudadanos. Un certero golpe a todos los peruanos demócratas.

Promotor de estos años de horror fue Abimael Guzmán, quien fue capturado el 12 de setiembre de 1992 en Lima, en una residencia de Surquillo como resultado de un trabajo minucioso del Grupo Especial de Inteligencia (Gein) de la Dirección Nacional contra el Terrorismo (Dircote).

Un acontecimiento que devolvió la esperanza a los peruanos, que comenzaron a levantar la mirada por la llegada de un futuro mejor. Esa fecha fue considerada como el Día de los Héroes de la Pacificación, en homenaje a los inocentes que cayeron en esta guerra.

Hoy, 15 de setiembre, es también especial, pues hace 26 años era presentado al país y al mundo el rostro del más grande genocida que purga cadena perpetua tras las rejas, y en su vestimenta llevaba el número 1509, día de la ex Policía de Investigaciones del Perú. Para nunca olvidar.

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