Yo, como muchos, también me equivoqué. No me es difícil admitir que hace diez días subestimé la potencial gravedad de una situación. Tampoco me da vergüenza, porque si no tuviéramos la capacidad de razonar ante los hechos no seríamos humanos. Hace una semana había 11 contagiados por coronavirus en el Perú. Hoy estamos en estado de emergencia.

Pero de nuevo, para mí no es difícil trabajar desde mi laptop. Quedarme en mi casa por 15 días. Pensar en cómo voy a comer la próxima semana. Nada de esto es difícil, por el contrario, el contexto en el me encuentro lo hace particularmente fácil. Lo que se me hace difícil es plasmar lo que siento hoy por el Perú en 300 palabras. Ahora, siempre he dejado claro que creo que el Estado debe limitarse a proveer salud, educación, justicia y seguridad de manera efectiva para todos sus habitantes. Pero estamos en una pandemia. Y esa frase de Cicerón “Salus populi suprema lex esto”(la salud del pueblo es la ley suprema) tiene mucho sentido. Ahora el Estado está haciendo su trabajo. Le corresponde proteger a su población ante una situación como la que estamos viviendo. Yo lo voy a exhortar a seguir haciéndolo, y sobre todo a proteger a aquellos para quienes quedarse en casa tal vez significa que ellos y sus familias no coman mañana. Es lo que toca.

El mundo de hoy es uno en el que algo que pasa en un mercado en China tiene la capacidad de poner en jaque al resto del planeta, incluido nuestro país.

Para mí, como para todos ustedes, esta es una situación nueva. No sé cómo la recogerá la historia. Solo sé que tengo mucho que agradecer a quienes están ahí afuera arriesgando el pellejo todos los días para que nosotros podamos comer, curarnos, y pensar en pronto retomar la normalidad.