Se están yendo los amigos muy seguido. Juan Ochoa López, en la quincena de julio, y el último sábado José Chirito, por mencionar a dos de ellos. Ambos periodistas de buenas entrañas. El primer impacto ante estas noticias nos conduce a la culpa, por no estar en los últimos momentos o por creer que no se hizo lo necesario. Y, entonces, asoma el dolor vestido de negro para recordarnos que aun somos “atrocísimos microbios” frente a la pandemia y enfermedades conocidas como el cáncer.

Y, desgraciadamente, como vislumbró César Vallejo, el dolor crece en el mundo a cada rato, crece a treinta minutos por segundo, paso a paso; y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces; y la condición del martirio, carnívora, voraz, es el dolor dos veces; y la función de la yerba purísima, el dolor dos veces; y el bien de ser, dolernos doblemente. Y el vate de Santiago de Chuco era doctorado en dolor a sangre viva.

Los especialistas aseguran que las emociones son una parte importante y que, no asumirlas, debilita nuestra salud física. En ese sentido, recomiendan vivir el duelo y, luego, honrar con nuestra vida y lo mejor de nosotros a los que ya no están. Se los prometemos Juan, Chirito, Luis Díaz Asto, Tito Virú, Mario Bucana, Ricardo Cervera y demás colegas que nos llevan la delantera.

Ahora que nos hemos ido adaptando a esta nueva forma de convivencia, tratemos de estar juntos en la distancia, ser un soporte anímico para los más frágiles y dar cabida a las emociones sin represiones. Está comprobado que, si alguien tuvo una pérdida importante y no la superó, el tener otra más, une las dos. Y, entonces, el diagnóstico se torna complicado. Es tiempo de ser peruanos, pero de corazón.