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Conocí a Daniel a inicios de los años noventa. Yo era editor del suplemento dominical de OJO y él había ingresado a practicar en el suplemento Crack del mismo diario. Al poco tiempo pasé a editar la sección Deportes y trabajamos juntos.

Con Daniel decidimos que la columna de EL BOCÓN se convierta en una página del suplemento Crack. Recuerdo como si fuera ayer que el primer dato impactante fue la afanosa galantería del exdelantero argentino de Cristal Ariel Suescún a su compatriota Irma Ferrazi, una voluptuosa actriz que era la sensación en Lima. La repercusión de esas tres líneas fue extraordinaria. Ese día se hablaba más, en el ambiente del fútbol, de los ímpetus de Suescún que del partido de Cristal por la Copa Libertadores. ¿Saben quién trajo el dato? Sí, él mismo, Daniel.

Por supuesto, nos acusaron de meternos en la vida privada de los futbolistas. Nosotros siempre respondimos que EL BOCÓN no tiene lectores, tiene hinchas. Siempre hablábamos con Daniel que cada hincha es el jugador que quiso ser y se quedó en el camino y por eso está a la expectativa de saber todo sobre el deportista: cómo se porta, qué actitud toma cotidianamente, qué hace en sus tiempos libres. Luego fundamos el diario EL BOCÓN y un día nos dejó para irse a la televisión. Ahora nos deja para irse con Dios.

Estas últimas líneas son para ti, mi hermano. Siempre recordaré cuando éramos veinteañeros y nuestros pasos no tenían metas ni cálculos. Ahora estás lejos, pero veo tus fotos y escucho tus narraciones y se borran las distancias y estás donde quiero que estés, en mi corazón.