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Se terminó el Mundial, comienza la Eurocopa”, “Adiós, Sudamérica”, “Llora bonito”, entre otras, fueron las frases más reiteradas luego del triunfo belga sobre los brasileños. El de ayer fue un día triste para el fútbol sudamericano, ya que más temprano Francia vencía a Uruguay sin problemas. Con ello, por cuarto Mundial consecutivo el campeón será europeo.

Lo de Bélgica no es novedad. Lleva 24 partidos en calidad de invicto y en Rusia 2018 ganó sus cinco partidos. El último 23 de junio, estuve en el estadio Spartak de Moscú y vi cómo el equipo belga goleaba 5-2 a Túnez; pero francamente debió anotar 4 goles más. La superioridad de los europeos era tan aplastante que recién cuando el técnico sacó de la cancha a Lukaku y a Hazard pareció un partido normal. Ese día quedó demostrado que Bélgica era candidato al título.

Brasil fue un equipo previsible. Solo hubo variantes cuando ingresó Douglas Costa, increíblemente postergado por el técnico Tité. Igual, casi todo el partido fue pasarse la pelota hasta encontrar un hueco en la defensa rival, que casi nunca encontró. Ello desesperó a los sudamericanos, quienes tiraron pelotazos como última alternativa.

Este Mundial se ha caracterizado por la caída de los grandes campeones; algunos ni llegaron a Rusia, como sucedió con Italia. Además, se fueron temprano las superestrellas. Ayer le tocó a Neymar, fácilmente rodeado por los belgas y sin la posibilidad de ganar en el uno a uno. Solo quedó montar exposiciones, pero allí también le fue mal. Y mientras los brasileños se dedicaban a darle la pelota a este para que “arregle las cosas”, los belgas agarraban la pelota para asociarse adelante y generar preocupación. Allí Hazard fue brillante.

Se fueron Brasil y Uruguay. Se fue Sudámerica. Hay lamento y tristeza. Es que, en nuestro fútbol, el deseo no tiene nada que ver con la despedida o el adiós.

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