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Dicen que toda crisis significa una oportunidad. Y la crisis ocasionada por el caso “Lava Jato” ha generado un espacio conveniente para el ya conocido modus operandi de los políticos: echa la culpa a tu adversario, muéstrate como quien puede salvarnos del desastre, desliza tu agenda.

No es la primera vez que Verónika Mendoza culpa al modelo económico de libre mercado por los escándalos de corrupción, pero hoy, con un país entero desmoralizado y necesitado de culpables y soluciones, sus palabras pueden calar más que nunca.

Mendoza sostiene que necesitamos una nueva Constitución que nos permita dejar atrás el modelo actual para no volver a caer en una crisis como esta. La pregunta necesaria es: ¿es cierto que un cambio de modelo económico nos salvaría de la corrupción?

De los 10 países con menor índice de percepción de corrupción (Transparencia Internacional), 8 pertenecen a las 20 economías más libres (Heritage Foundation). Asimismo, de los 10 con mayor índice de corrupción que muestran data en el ranking de libertad económica, 10 están catalogados como “reprimidos” o “mayormente no libres”, las dos categorías de menor libertad económica.

Esto no quiere decir que las políticas de izquierda impliquen corrupción, pero sí que no puede afirmarse que el culpable es el libre mercado.

Y si queremos enfocarnos en lo local, nadie medianamente consecuente podrá negar que tanto en el gobierno de Velasco Alvarado como en el de Fujimori -económicamente antagónicos- la corrupción era reinante.

Inmoralidad e instituciones débiles hay en derechas e izquierdas. No nos prestemos a demagogias o estaremos, una vez más, enfrascados en el problema equivocado.