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El sábado último, en Huancayo, la izquierda tuvo una “cumbre” para tratar de unirse y crear un bloque con miras a participar de manera integrada en las elecciones generales del 2021. Hasta ahí todo bien. Podría pensarse que estamos ante un intento por darle un toque de modernidad y nuevos aires a un modelo a todas luces fracasado. No obstante, a juzgar por los rostros reunidos a orillas del Mantaro, todo apunta a ser un nuevo fiasco de los camaradas.

¿Qué de nuevo y atractivo para el país pueden ofrecer Verónika Mendoza, aliada del tirano Nicolás Maduro; Gregorio Santos, uno de los grandes responsables de la miseria de Cajamarca; Vladimir Cerrón, el radical que ya fracasó en su intento por ser presidente en el 2016; Walter Aduviri, procesado por el “Aimarazo” en el 2011; o “Mocha” García Naranjo, la exministra y exembajadora de Ollanta Humala con un pie en la cárcel por recibir dinero sucio de Odebrecht?

Siempre he sostenido que pese a que el modelo que promueve la izquierda ya fracasó en todo el mundo a lo largo de la historia, es necesario que exista al menos para el debate. Es parte de la democracia. No obstante, para hacer eso viable, estos señores tendrían que dejar atrás su pasado de vergüenza y cavernario, abrir la mente y modernizarse, nada de lo cual se observa entre los rostros más visibles reunidos en Huancayo.

Lo primero que han hecho en su cumbre ha sido plantear una nueva Constitución, al igual que todos los tiranos y tiranuelos de la región -tanto de izquierda como de derecha-, para perpetuarse en el poder. Para esa nueva Carta Magna proponen un nuevo modelo económico, quizá parecido al de Cuba o Venezuela, que ha traído los trágicos resultados que ya conocemos. ¿Esa será su propuesta para el 2021? ¿Buscan ampliar la “experiencia” de Cajamarca a todo el Perú? De terror.

Una izquierda chavista y castrista, fracasada en materia económica, que sigue soñando con el Estado elefantiásico para los amigos, tímida para condenar el terrorismo carnicero de Abimael Guzmán y Víctor Polay, y que en el 2011 fue cómplice de Ollanta Humala pese a su pasado de “Capitán Carlos” y a su presunto desbalance patrimonial que viene desde el 2006, no va a ninguna parte. Mal por ellos, muy bien por el Perú.