Aquellos que protestan contra la venta centralizada de entradas a Machu Picchu señalan que lo hacen para proteger al turista, pero su manera de hacerlo es tomando vías y afectando a miles de visitantes que nada tienen que ver con que un pequeño grupo quiera seguir manteniendo a la mafia detrás de esta actividad.
¿Por qué se negaría alguien a un sistema de venta de boletos ordenado, que permita mantener el aforo y le dé el descanso necesario a nuestro principal atractivo turístico nacional a fin de mantenerlo adecuadamente para las generaciones venideras?
La respuesta es simple, por los millones de soles que el sistema anterior permitía generar y que iban a manos de las mafias que ahora están paralizando la actividad turística en Cusco. También porque existen grupos que se beneficiaban creando una falsa escasez de boletos a fin de obligar al turista a pagar cada vez más para visitar la ciudadela inca.
¿Sabrán aquellos que, de buena fe, se pliegan al reclamo que están sirviendo de tontos útiles a una mafia a la que solo le interesa lucrar a costa de algo que debe beneficiar a todos?
Cusco, los cusqueños y el Perú están perdiendo con este reclamo, y no pierden solo dinero, sino que los turistas afectados usarán el boca a boca para señalar lo mal que lo pasaron en el país y muy pocos recomendarán volver. El daño es incalculable.