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El expresidente Ollanta Humala ha tratado de llevar agua para su molino tras la confesión del presidente de Credicorp, Dionisio Romero Paoletti, de haber entregado 3.65 millones de dólares a Keiko Fujimori para su campaña del 2011. El exgobernante ha querido quedar como “santo” al poner en relieve los “pecados” del banquero y del fujimorismo, quizá creyendo que nos hemos olvidado de la “generosidad” de Odebrecht por encargo de Lula da Silva.

Incluso, los defensores que aún quedan de Humala han salido a decir que la elección del 2011 se ganó a pesar de los ingentes recursos que tenía el fujimorismo. Es verdad, pero no deberían olvidar que para el nacionalista y su esposa, la Fiscalía ha pedido 26 años de cárcel precisamente por la plata que habrían recibido a manos llenas desde Brasil, sin que se tenga claro a dónde fue a parar el dinero, pues los exhumalistas dicen que nunca tuvieron recursos para la campaña.

Si la situación de Keiko Fujimori se aligera o se agrava con la confesión del propietario de Credicorp, es algo que tendrá que analizar la Fiscalía para que sea el Poder Judicial el que fije, si cabe, una sanción. Sin embargo, es claro que eso no cambia un ápice la situación judicial y política del comandante, quien ya desde el 2006 habría recibido recursos del chavismo y más tarde de Lula da Silva, a través de la mencionada constructora. No nos dejemos sorprender.

En lugar de estar haciendo demagogia y presentarse como el modesto “David” que fue capaz de vencer a “Goliat”, el expresidente Humala debería preocuparse por su situación judicial y explicar a dónde fue a parar la plata que dice haberle dado Odebrecht, y a qué se refería su esposa con las anotaciones de varios millones de dólares consignadas en sus agendas, pues esta vez difícilmente tendrá la “suerte” que lo acompañó cuando fue investigado por su rol de “capitán Carlos”.
De otro lado, yendo más allá del dinero recibido por Fujimori, Humala y todos los demás políticos, frente a la elección que se viene, los votantes deberíamos estar más atentos a los antecedentes y las propuestas de los candidatos al Congreso que a los recursos –lícitos o no– que gastan en campaña. No siempre el que más abre la billetera es el mejor. Los peruanos lo sabemos muy bien y esta vez podemos revertir esa tendencia de dar nuestra confianza a quienes resultan siendo un fiasco.