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El Estado tiene como responsabilidad promover el desarrollo agrario, como toda actividad productiva que genere recursos para la población dedicada a tareas como esta. Parte de las acciones de respaldo están consideradas a través de diferentes políticas de fomento, diseñadas para generar riqueza y de esa manera tener la menor población en estado de pobreza.

En estos momentos está en plena discusión la extinción de Agrobanco y el inicio en funciones de Mi Agro (que asumirá activos y pasivos de la primera).

Si hubiera existido un adecuado manejo en cada entidad financiera pública para brindar un verdadero servicio a los miles de pequeños productores, quizá no se habría llegado de nuevo a este dilema.

A lo largo de la historia, en el sector agrario se repitieron los mismos problemas y despilfarro de dinero público por la existencia de corrupción, sin que la justicia haya sancionado a esos malos funcionarios.

Años atrás fue el Banco Agrario, hasta hace poco Agrobanco y ahora se propone Mi Agro, sin que exista un diseño final al respecto y que permita asistir a los pequeños productores con recursos retornables.

El grave defecto es que cada entidad financiera del Estado se comportó de manera populista, pues entregó recursos de todos los peruanos y nunca se recuperaron.

Faltó control en el manejo y, por ello, si el Gobierno piensa inyectar -nuevamente- un fuerte capital, debe definir la mejor estrategia para evitar seguir perdiendo recursos públicos y ocasionar verdaderos desastres económicos. Apoyo al agro sí, pero sin populismo.