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La renuncia de Pedro Pablo Kuczynski a la Presidencia de la República y la asunción de mando de Martín Vizcarra, tal como lo establece la Constitución, más allá de los alucinantes pedidos de nuevas elecciones formulados por Alfredo Barnechea y Verónika Mendoza, ha sido una de las mejores noticias para el Perú si lo vemos desde nuestra óptica de anfitriones de la próxima Cumbre de las Américas, que tiene como tema central la lucha contra la corrupción.

Hubiera sido de pésimo gusto que los mandatarios visitantes sean recibidos en Lima por un presidente como Kuczynski, que está bajo investigación por los nexos de su empresa con Odebrecht, la madre de todas las compañías que han ido rompiendo la mano a políticos en la región para ganar licitaciones. ¿Con qué autoridad moral el Perú iba a firmar una declaración de condena hacia la coima, el delito y la sinvergüencería? Hubiera parecido una tomadura de pelo.

Irónico que quien ganó las elecciones del 2016 agitando las banderas de la honestidad y la limpieza frente al tormentoso pasado del fujimorismo, haya terminado de esa manera, tal como sucedió con Alejandro Toledo, Susana Villarán y demás personajes que tanto tienen que explicar hoy a la justicia. ¿Así íbamos a pontificar en materia de lucha contra la corrupción? Por el bien de la imagen del Perú, la renuncia del presidente Kuczynski se dio en el momento preciso.

En ese sentido, llama la atención que algunos de los sobrevivientes de Peruanos Por el Kambio (PPK), como Juan Sheput y Gilbert Violeta, sigan hablando desde el púlpito de la reserva moral, en lugar de hacer un mea culpa, pues si no se han dado cuenta, el presidente del Perú que su agrupación colocó en Palacio de Gobierno tuvo que renunciar por sus nexos con la corruptora Odebrecht y por haber sido sorprendido comprando votos de la manera más vil a fin de evitar la vacancia.

El Perú se ha lavado la cara con la asunción de mando del presidente Vizcarra, más aún si esta se ha dado respetando la línea de sucesión constitucional. Así las cosas, está en condiciones de asumir el liderazgo de la reunión de mandatarios en Lima, pues damos un mensaje muy claro de que si bien tenemos muchos políticos embarrados por Odebrecht, acá se aplican los mecanismos legales para sancionarlos y sacarlos de circulación. Por ahora, es lo único que queda hacer.