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El viernes último, el prófugo expresidente Alejandro Toledo apareció en dos medios televisivos cuestionando, entre lágrimas por la lamentable muerte de su hermana Margarita, la labor de la justicia peruana, que le ha dictado orden de captura tras ser acusado por Jorge Barata de recibir una coima de 20 millones de dólares a fin de entregar a la corruptora empresa Odebrecht la buena pro para la construcción de uno de los tramos de la carretera Interoceánica Sur.

En lugar de hacer esa aparición dramática a pocos días de que el Poder Judicial diera luz verde al pedido de extradición en su contra, que en breve sería remitido a Estados Unidos, hace mucho tiempo que Toledo debió estar en el país aclarando las acusaciones que, según repite una y otra vez, son falsas y producto de una venganza política “por la Marcha de los Cuatro Suyos” y su postura a inicios de este siglo contra el fujimorismo.

Toledo lleva más de un año afirmando eso, aunque sin lograr hasta el momento desbaratar la acusación del Ministerio Público basada en lo dicho por Barata y que tiene estrecha relación con el crecimiento inmobiliario del patrimonio del expresidente y de su familia. No olvidemos que de por medio está Josef Maiman, quien habría actuado como testaferro al recibir en sus cuentas el dinero sucio gastado luego a través de Ecoteva.

En medio de sus declaraciones, Toledo ha amenazado al Poder Judicial, con lo que no hace más que adoptar una postura que lo aparta de lo que ha debido realizar hace mucho: ponerse a derecho, por más que eso implique pasar un tiempo en prisión, para aclarar su situación, en lugar de estar haciendo papelones desde Estados Unidos. Si es tan inocente y las acusaciones se deben a un “complot” de sus enemigos, como asegura, ¿por qué tanto temor?

Antes de creer en lo que dice Toledo desde el lugar de donde tendría que ser traído a través de un proceso de extradición, habría que recordar que en las últimas elecciones presidenciales el exmandatario no sacó ni siquiera los votos necesarios para conservar la inscripción de su partido, por lo que habría que preguntarse qué interés podría tener alguien en armar todo un complot en contra de quien por mano propia se ha encargado de desaparecer de la vigencia política en el Perú.