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Presidente contra Congreso, blancos contra cholos, ricos contra pobres, extranjeros contra nacionales, sanisidrinos contra cocachacrinos, cultos contra ignorantes, derechistas contra izquierdistas, “buenos” contra “malos”, formales contra informales, Perú superficial contra Perú profundo, élites contra mayorías, Confiep contra CGTP, “honestos” contra “corruptos”, “caviares” contra “fujiapristas”, licencia legal contra licencia “social”. Todos juzgándose y peleando. Así de enfrentada está la sociedad peruana y nuestro país a la deriva. La institucionalidad está hecha pedazos y el Estado de Derecho parece no existir. El desprecio por el que piensa y opina diferente es un síntoma de los bajísimos niveles de tolerancia y de respeto que existen. El odio y la animadversión en todas las esferas parecen ganarle a la concordia y el perdón. No cerremos los ojos al escenario que se avecina y que puede ocasionar más violencia y destrucción. La izquierda, el etnocacerismo y el etnonacionalismo existen y tienen seguidores, China y Rusia tienen reales intereses geopolíticos en el Perú, Odebrecht sigue operando y en nuestro país puede ocurrir lo que acaba de pasar en Argentina. Para que las cosas mejoren, la prensa tiene que ser más independiente, la derecha tiene que madurar y modernizarse y el empresariado tiene que demostrar que obra en verdad de forma ética y responsable. Un nuevo gabinete de franca reconciliación nacional sería una salida política si lo que en verdad se desea es lo mejor para el Perú.