El miedo a lo desconocido, a lo que nos recuerda que somos vulnerables, el temor de vernos amenazados y no saber cómo enfrentar al enemigo despierta, en los seres humanos, lo bueno y lo malo. La ficción nos lo recuerda en “The walking dead”, serie de televisión creada y producida por Robert Kirkman y Frank Darabont, basada en el cómic homónimo de Kirkman. Quienes siguen la historia saben que todo se inicia cuando casi de un día para otro la humanidad se encuentra afectada por un virus tan misterioso en su origen, como devastador en sus efectos; convierte a los seres humanos en zombies y estos, a su vez, contagian a otros sanos con solo una mordida. Rick Grimes, el protagonista de la serie, un joven policía, tras despertar de un coma y verse en medio de una ciudad fantasma, tratará de encontrar a su familia y en su recorrido hallará a otros seres humanos no contagiados, quienes lo ayudarán en su búsqueda. Tras diez temporadas al aire, y con una más asegurada para 2021, la serie, al margen de los muchos de personajes que han aparecido, las situaciones que se han presentado y una trama que ha alcanzado picos elogiados por crítica y público, nos da una lección recurrente: el enemigo más mortal no es el zombie, sino el hombre. Al “caminante” (“walking dead”) ya sabes cómo enfrentarlo, aniquilarlo, pero al ser humano egoísta, que solo ve su conveniencia, que será capaz de todo para conseguir lo que necesita, sin importarle el otro, a ese que olvidó la lealtad en los momentos más terribles, ante ese escenario poco se puede hacer. Esto es ficción, pero como muchos dicen: la realidad la supera y en tiempos de pandemia del coronavirus, hemos visto algo similar a lo que cuenta “The walking dead”. Cuando hay miles de médicos en el mundo atendiendo a los enfermos y mandatarios tratando de manejar la situación, por aquí un cantante de rock insulta a medio mundo porque “le quitaron su chamba” con la prohibición de espectáculos con más de 300 espectadores. Un político que se lamenta que un restaurante miraflorino esté vacío por la “exageración” de las medidas del Gobierno o cientos de personas llevándose todo lo que pueden en los supermercados sin importar que otros lo necesiten. Pero, como en la serie norteamericana, ante la maldad, el egoísmo, y la muerte, también hay solidaridad, nobles sentimientos y esperanza, el justo equilibrio para poder sobrevivir. Eso es lo que necesitamos en estos momentos, ya fuera del guión y la ficción, pero sí dentro de una realidad que asusta, pero de la que podremos salir.