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Febrero del 2019 fue un mes que está en el recuerdo de miles de familias de regiones del sur, sobre todo por la furia de la naturaleza que se presentó en su máxima expresión. Lluvias que provocaron la caída de huaicos asustaron primero a localidades de Arequipa, en especial Aplao, la capital de la provincia de Castilla; luego en Moquegua las aguas del río que cruza la ciudad se desbordaron y arrasaron todo a su paso. Serían las imágenes del alud que cayó en la quebrada de Mirave, en Tacna, las que impresionaron a todos.

El agua y el lodo, que discurrían por una quebrada ocupada e invadida por centenares de familias con viviendas de material noble y otras rústicas, destruyeron todo a su paso. Así se confirmaba el dicho "El agua siempre recupera su cauce".

Lo que pasó en Aplao, Moquegua y Mirave, como en otros lugares donde son frecuentes estos desastres, sucedió porque las personas desafían a la naturaleza y las autoridades de turno son cómplices al reconocerlas como ocupantes de lugares peligrosos, que no son recomendables para vivir.

Esto pasa en la actualidad y es lamentable la desidia de las instancias correspondientes para proceder con el desalojo.

En Arequipa, por ejemplo, existe un silencio preocupante en el Gobierno Regional al tener una posición displicente al respecto y, por el contrario, parece que prefiere estar con los brazos cruzados para emprender los procesos respectivos destinados a detener esta alarmante ola de invasiones que se dan en diferentes lugares. Se siente que fueran promovidas por las autoridades de turno.

Es el caso de la quebrada Los Molles, en Majes, Caylloma, donde miles de rústicas viviendas se levantaron rápidamente, y es la misma figura de Mirave, en Tacna. La situación es una verdadera bomba de tiempo, y cuando llueva e ingresen huaicos, muchos se estarán lamentando. Esperamos que se actúe con rapidez y decisión.