La semana anterior el editorial del emblemático diario Correo de manera contundente se refirió a la pendiente decisión del Estado peruano de retirar al expresidente de la República Argentina, Carlos Saúl Menen -gobernó su país por una década (1989-1999)-, la condecoración de la orden “El Sol del Perú” en el grado de “Gran Cruz con Brillantes”, que le otorgáramos en 1994. La razón todos la sabemos. Durante el mandato de Menen fue descubierto que su gobierno le vendió armas a Ecuador durante la “Guerra del Cenepa” que recientemente hemos recordado conmemorando los 25 años de aquel conflicto que nos enfrentó bélicamente con Ecuador. La revelación causó una completa desilusión nacional considerando la carga histórica de la estrechísima vinculación entre el Perú y Argentina. Fue un golpe muy duro al imaginario de todos los peruanos que mantenemos como permanente en nuestros corazones las egregias figuras de don José de San Martín, que liderando la Corriente Libertadora del Sur, cruzó los Andes y luego de dar la independencia a Chile, hizo lo mismo con los peruanos y con él, conservamos impoluta la entrega con amor por nuestro país de Roque Sáenz Peña (1851-1914), que participó voluntariamente en la epopeya del Morro de Arica junto a Bolognesi y todos sus hombres el 7 de junio de 1880, y que, luego de la guerra, y de retorno en su país, fue premiado por la historia por su valor como presidente de la Nación Argentina en 1910. Ese tamaño de gratitudes nos llevó a los peruanos a ser agradecidos y lo fuimos participando militarmente durante la Guerra de las Malvinas (1982), cerrando filas con la causa argentina contra el Reino Unido. El tamaño de esas reciprocidades estatales fue vilmente herido. La venta de armas a Ecuador fue un acto de traición a la hermandad bilateral y al panamericanismo. Menen era jefe de Estado y aunque la justicia de su país lo libró dos veces de ser condenado, los peruanos no podemos seguir manteniendo un día más tan ciclópea ignominia. La expresidenta Cristina Fernández vino al Perú y nos pidió disculpas como por agua tibia. Faltó decir PERDÓN para reparar la ofensa inferida por la inconducta dado que Menen personificaba a la nación argentina. El honor nacional lo exige.

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