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Que no podamos organizar un evento deportivo de la importancia del Mundial de Fútbol Sub-17 es otra evidencia de que nuestra falta de institucionalidad al final pasa factura. La Federación Peruana de Fútbol (FPF) señala que la FIFA se justifica en la existencia de “desafíos organizacionales y de infraestructura” pendientes, es decir, duda de que podamos llegar con todo listo a tiempo para el evento. Ello incluye el no haber aprobado a tiempo las exenciones tributarias que exige a los países organizadores, lo que habría colmado el vaso de la paciencia suiza después de dos visitas.

El ministro de Educación ha explicado que esa octava exigencia, la única que estaba pendiente, se iba a resolver en marzo. Se alega, por otro lado, un retraso en el desembolso del dinero, cosa que el ministro niega, pero lo real es que la plata sí llegó y había tiempo. La FIFA no ha querido esperar y se lleva su torneo a Brasil.

Se puede discutir si la culpa es del Gobierno por demorar el dinero; del propio Oviedo, quien según sus detractores quiso usar esta competencia para protegerse de las acusaciones penales, cosa que no le habría servido de mucho, pues hoy sigue preso.

Por su parte, el presidente de la FPF, Agustín Lozano, había dicho ya hace más de un mes que no veía viable el Mundial. Que todo estaba retrasado, que no llegábamos, etc. Y reitera cada vez que le preguntan que las objeciones son únicamente al “Estado peruano”. Claramente, no era el más entusiasta. Lozano aún está a la espera del beneplácito de la FIFA para el cargo que ya ejerce, luego de las observaciones y preguntas que esta entidad le hizo al analizar su idoneidad. Lozano ya respondió y el asunto está en compás de espera. Como también lo de la investigación abierta en la Conmebol por una supuesta participación en la reventa de entradas. A manera de respuesta, Lozano dice que no lo han notificado. Con un presidente detenido y un interino sin ratificación e investigado, es posible que los argumentos dados por la FIFA para quitarnos el Mundial no hayan sido más que elegantes excusas para llevarse el torneo sin decirnos cuáles son nuestros problemas de fondo. Otra vez la factura.