Mientras aún no se puede hablar de un ganador del proceso electoral a pesar de la ventaja que viene sacando en el conteo oficial el candidato de Perú Libre, Pedro Castillo, a su rival de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, queda claro que quien asuma el gobierno en julio debería tener como principal reto la lucha contra la pandemia por estar en juego la vida de miles de peruanos que en los últimos meses han visto morir más de 180 mil compatriotas.

A duras penas estamos saliendo de la llamada segunda ola que empezó entre noviembre y diciembre del año pasado, y llegó a su letal cúspide entre marzo y abril, en que las cifras de contagios y fallecimientos fueron más duras que aquellas vistas en el primer momento de la pandemia, que de por sí ya eran trágicas. Situaciones como estas no se pueden repetir.

En una entrevista a Correo publicada el 9 de mayo último, el presidente Francisco Sagasti admitió que su gobierno cometió un error al no calcular la magnitud de la segunda ola, y que por eso no se pudo prever la cantidad de camas UCI y de oxígeno que se iban a necesitar para atender a los pacientes que fueron surgiendo en los últimos meses. Esto, sin lugar a dudas, ha costado miles de vidas y nos ha llevado a estar entre los peores países del mundo en afrontar la pandemia.

Una situación como esta, no puede repetirse. El próximo gobierno ya no podrá tener pretexto para fallar. Luego de la primera y la segunda ola, por más administración nueva que haya, tiene que estar a la altura del reto que implica salvar vidas. Si alguien va a llegar para recién aprender a hacer algo, estamos todos perdidos. Los peruanos no merecen ser tratados así.

Desde el 28 de julio tendrá que haber un golpe de timón respeto a la forma en que se ha venido afrontando la pandemia, sin dejar de lado a ninguno de los que puedan sumar en esta cruzada. Los errores que se han traducido en muertes, no se pueden repetir. Quien gobierne tiene que dejar de lado la rivalidad y los odios para salvar vidas, que es la prioridad en este momento.

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