Desde mañana en que se levante la cuarentena, tanto las autoridades como los ciudadanos deberíamos poner especial atención en nuestro arcaico, caótico y hasta delictivo sistema de transporte público de pasajeros, que de no ser controlado de manera adecuada, podrá convertirse en un gran foco de contagio en momentos en que el número de enfermos y fallecidos no se ha reducido, y los hospitales siguen al límites de sus capacidades.

En una ciudad como Lima, donde los choferes hacen lo que les da la gana, conducen con la licencia vencida o hasta suspendida, deben miles de soles en multas, caminan sin revisión técnica, paran donde quieren y tratan a los pasajeros como ganado, y donde la autoridad policial y administrativa los deja circular, sería ingenuo pensar que desde mañana todos acatarán las disposiciones dadas para evitar los contagios.

Ayer por la mañana, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) decidió prorrogar la vigencia de los certificados de revisiones técnicas vehiculares (RTV) que vencieron durante los meses de cuarentena. Bien por eso. Sin embargo, habría que ver qué tanto valor tienen las RTV en una ciudad donde vemos todos los días carcochas impresentables incluso llevando pasajeros, sin que ningún policía o inspector las pare en la primera esquina.

En una Lima plagada de unidades de transporte piratas, ya sea ómnibus, combis y taxi colectivos, ¿habrá posibilidad de conservar la distancia y evitar los contagios? ¿Los choferes con actitudes como las descritas en el segundo párrafo de esta columna sabrán acatar los protocolos sanitarios? ¿La policía y los inspectores de transportes podrán controlar toda la indisciplina y el caos que habrá en pistas y avenidas?

Por todo eso, queda invocar a los ciudadanos a cuidarse por su propia, ya que ni los choferes ni la autoridad lo harán una vez que se levanten las restricciones por motivos económicos y no sanitarios, pues la epidemia no ha sido controlada. Es mejor protegerse para no ponerse en riesgo y no llevar el virus a casa, donde quizá estén los adultos mayores y los niños. Si esperamos que otros nos salven, estaremos perdidos.

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