Como un meteorito que  se dirigió directamente sobre la Tierra sin que aquellos que deben protegerla hayan realizado ningún esfuerzo por desviar su trayectoria, la proclamación de Pedro Castillo como ganador de la segunda vuelta por el JNE, impactó sobre nuestro país, y la devastación que traerá consigo sobre la nación será de incalculables proporciones, si las personas verdaderamente democráticas no unimos esfuerzos para impedir que su partido, Perú Libre, manifiestamente comunista, pretenda llevar a cabo su siniestra voluntad de convertirnos en una Cuba o en una Venezuela.

Para ello, desde el inicio, debemos prepararnos para desenmascarar y combatir a la desinformación, esa “arma” poderosa que utilizan muy eficazmente las dictaduras, que ya está siendo utilizada por sus partidarios y, lo que es más grave, por los organismos gubernamentales que lo han ayudado (unos, disimuladamente y otros, descaradamente) a concretar su cuestionable triunfo electoral.

En Cuba han estallado, en casi todo el país, masivas protestas de la población - que bajo la arenga: “Patria y Vida”- reclaman libertad y democracia contra el férreo régimen comunista, y la respuesta del gobierno castrista es que se trata de infiltrados “contrarrevolucionarios”, ocultando la enorme pobreza que padece su población. Eso es desinformación.

Ya en nuestro país se oyen voces de quienes formulan narrativas absolutamente contrarias a la realidad, como aquella en la que señalan que la marchas del 30 de noviembre que derrocaron a Merino fueron pacíficas (cuando existen innumerables registros fílmicos de la extrema violencia con las que se desarrollaron) pero atribuyen violencia desenfrenada (que nunca la hubo) a las marchas que reclamaban a los organismos electorales transparencia en la definición de los resultados de la segunda vuelta electoral.

La desinformación ya está en marcha, y debemos combatirla.