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La procesión del Señor de los Milagros es la más globalizada de las manifestaciones colectivas de fe en el mundo. Al 2017, cuenta con 270 hermandades en varios continentes. De hecho, Japón, Alemania, Australia, Chile, México, Argentina y EE.UU. son los países que concentran la mayor cantidad de devotos no solamente peruanos. La magia para constituirlas, entonces, fueron los miles de peruanos que emigraron en los años 80 -la generación de la década perdida- en busca de oportunidades. La fe no tiene fronteras, y allí donde han hecho nuevas raíces, los peruanos han venido acrecentando esta ferviente actitud católica, manteniendo intactas sus costumbres religiosas. En muchos lugares del planeta ayer hubo procesión. Aquí en Lima fue la cuarta salida del Señor por las calles de la capital. Pero ¿por qué en esa fecha? El 28 de octubre de 1746 ha quedado grabado en la memoria colectiva de todos los limeños, pues hace 271 años Lima fue estremecida por el más violento terremoto que recuerda su historia -en el Callao hubo un feroz maremoto-, iniciándose la gran devoción morena en este mes que se nos va. La sagrada imagen, pintada por un esclavo mulato angoleño en un muro de adobe en 1655 que no había caído con el fuerte sismo de ese año, una vez más se mantuvo en pie, y esta sorprendente circunstancia llevó a que todos los 28 del mes octubre, como ayer, quedara perennizado para llevar en hombros al Cristo Moreno. Hoy por supuesto los recorridos van más allá del histórico barrio de Pachacamilla del Centro de Lima. El santuario de Las Nazarenas, donde se encuentra el muro con la milagrosa imagen, fue fortificado gracias al virrey José Manso de Velasco, Conde de Superunda, y desde entonces se ha convertido en el epicentro del mayor acto de fe del catolicismo. Vienen al Perú gentes de todas partes del mundo. Su fama va desde Hardford (EE.UU.) -la primera cofradía peruana fundada en el exterior- hasta la emblemática Catedral de Notre Dame, en París. ¡Que viva el Señor de los Milagros!