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¿Es viable la propuesta de un diálogo en Venezuela para celebrar elecciones “libres”? Claramente no. No hay dos partes legitimadas, porque Nicolás Maduro, aunque tenga el control de la fuerza, es un usurpador que se ha burlado varias veces de los venezolanos y de la comunidad internacional.

Un sector grande -el sector libre, digamos- de la comunidad internacional no reconoce a Maduro, y aunque tienta pensar que esta vez sí terminará la pesadilla que ha empobrecido a Venezuela por más de veinte años, su caída no se ve clara en el corto plazo. Primero, porque el cuándo y el cómo dependerá de la manera en que Estados Unidos, China y Rusia jueguen sus intereses o alguno de ellos precipite los acontecimientos. Y eso huele más a petróleo y otros temas que a arepita caliente.

Segundo, porque la propia comunidad internacional está dividida, en parte gracias a gobiernos de izquierda como los de México (anti Trump) y Uruguay (en año electoral), que hacen el juego a la estrategia del desgaste de las protestas alentando un diálogo que será una vez más una farsa. ¿Acaso no hay en marcha una burla de “diálogo” avalada por Rodríguez Zapatero en Santo Domingo? ¿Acaso no engañaron hace tres años al propio papa Francisco?

Nadie espera que la izquierda se ponga al frente de los esfuerzos para derrocar a su hermano ideológico, pero sí que al menos dejen de ser los tontos útiles de un gobierno que es el único responsable de lo que le pasa a sus ciudadanos. Ojalá lo entendieran así también López Obrador, Tabaré Vázquez, Francisco y hasta la UE, cuyos miembros desconocen a Maduro pero al mismo tiempo hablan de diálogo.

La salida dependerá de que la presión sea más firme y consistente, a diferencia de otras oportunidades, aunque sin extremismos. Guaidó debe cuidar muy bien sus gestos y palabras, no sea que por radicalismos pierda el apoyo de países que no gustan de las fotos con Trump.