La vidente Coty Zapata fue muy popular en los años ochenta y noventa en nuestro país. “Bruja” le decían muchos y a menudo aparecía en los medios haciendo sus pronósticos sobre el futuro. En febrero de 1987 dio una entrevista a la revista Quehacer y cuando le preguntaron sobre el porvenir del Perú dijo: “Yo no soy analista política. Me acerco a la realidad a través del tarot y en las sesiones del clan al que pertenezco, hemos visto una crisis que se produce antes del año 2 mil y que significa la desaparición de los partidos políticos”.

Efectivamente esto sucedió. El sistema de partidos colapsó a fines del siglo pasado. “Los partidos tradicionales fueron desplazados por vehículos personalistas”, comentaban Mauricio Zavaleta y Steven Letvisky en su libro “Por qué no hay partidos políticos en el Perú”. En la misma publicación, Alberto Vergara decía: “La política peruana ha quedado reducida a su unidad más básica: el candidato rebuscando un sitio para la elección de mañana. Como el ambulante que busca cada día una esquina donde ofrecer su mercancía”.

Esta debe ser la verdadera tragedia para el sistema político del país. Advenedizos, aventureros e improvisados llegaron a la cima de algunas agrupaciones con una caducidad más breve que el yogurt. Y luego treparon al poder.

Ocurrió ahora con el presidente Pedro Castillo, un político sin formación, aturdido entre sus etéreos planteamientos del futuro y su inacción en el presente. Sin saber delegar y menos elegir buenos funcionarios que conformen un equipo. Para muestra un botón. Ayer en la mañana un ministro que renunció el domingo decía que seguía siendo ministro. Un verdadero show. Un papelón.

Una pena que el Perú, un país de enormes riquezas, no tenga vocación de futuro y sus “líderes” crean que el mañana es una cuestión de suerte o del destino porque “Dios es peruano” o porque “el pueblo lo quiere”.