Roque Benavides y el Mochero Vásquez han escrito un libro impagable y fundamental para comprender la figura del fundador del APRA: “Víctor Raúl: docencia y decencia”. En él se examina la figura excepcional de Haya de la Torre, una figura poliédrica, casi oceánica, capaz de continuar motivando reflexiones a pesar del transcurso del tiempo. En este país, la voz de Haya de la Torre siempre tiene algo que decir.
Pienso, por ejemplo, en su pasión por la educación que brilla en estas pocas frases: “Para que un hombre sea conscientemente libre, dueño responsable de su voluntad, necesita ser culto. La educación integral conlleva la libertad. ¿Cómo se forma esa consciencia? El vocablo lo indica, se responde con-ciencia. La pobreza económica no es la sola inferioridad del hombre. La pobreza intelectual, la indigencia de conocimientos, la orfandad de cultura, comporta la más irredimible de las esclavitudes. El dinero se puede ganar o perder, pero la riqueza intelectual que da la ilustración, la ciencia, la cultura no se pierde sino con la muerte. Hay que dar a los trabajadores el arma del pensamiento”.
El arma poderosa del pensamiento. Las ideas generan consecuencias. En un país como el nuestro, el pensamiento ha sido reemplazado por la ideología, acaso por la ficción. “Con-ciencia” hay poca, porque hemos preferido el cainismo ideológico en vez de la unidad que necesitamos para el desarrollo. En contra de todo lo que predicó Haya de la Torre, incluso desde la educación hemos fomentado odios inmortales (“mortal, no hagas tu odio inmortal”), sectarismos letales, argollas que se resisten a buscar el conocimiento porque se inclinan ante el relativismo y la levedad. Haya de la Torre, esculpido en piedra en un gran libro que recomiendo de verdad.