En los últimos días hemos visto a un desesperado Pedro Castillo tratando de deslindar con su jefe, Vladimir Cerrón. Los esfuerzos del candidato presidencial del lápiz parecen convertirse en manotazos de ahogado, porque ya no queda dudas que el sentenciado ex gobernador de Junín es quien toma las decisiones en Perú Libre. Quienes conocemos al monstruo por dentro, ya conocemos cómo termina esta historia.

Desde el 2006, Cerrón se mostró como un ególatra y personalista, capaz de destruir al mismo partido que lo cobijaba como candidato, si este no se sometía totalmente a su servicio. Mario Canzio, fundador del Frente Patriota Peruano (FPP), agrupación que postuló a Cerrón en 2006, lo acusó de querer apropiarse del movimiento. Después de esto Vladimir Cerrón constituye Perú Libre con su familia y centra todo el poder en su persona. El culto a la figura del líder y el manejo vertical, utilizando al partido para justificar las decisiones, son los medios con los que Cerrón somete a militantes, candidatos y autoridades de Perú Libre.

Esto generó muchas críticas en Junín por lo que, en las elecciones del 2018, buscó a Carlos Curisinche (Acción Popular) y a Carlos de la Cruz (Fuerza Popular) para enviar un mensaje de “convocatoria” en la región Junín. Algo así como el Plan 200 que Perú Libre quiere replicar ahora. El resultado confirmó el patrón anterior: o te sometes o te elimino. Vladimir Cerrón, en nombre del partido, presiona y somete hasta lograr sus objetivos, hasta que se haga su voluntad. Pedro Castillo es dueño de nada, ni del partido, ni del equipo técnico, ni de la bancada, ni de su campaña. ¿Elegiremos a un títere de presidente? ¿El Perú debe bajar la cabeza y someterse a un corrupto como Cerrón?