La palabra “reforma” quizá fue la más mentada por candidatos y no candidatos; y en cierta forma se puede colegir que existió un consenso, al menos en el discurso, en tareas urgentes y pendientes: lucha contra la inseguridad y la corrupción, reactivación económica, afrontar de manera eficaz la brecha en infraestructura y cambios (que pueden ser constitucionales) para crear, fortalecer o modernizar instituciones.

Es decir, los “qué” estuvieron a la orden del día. Los “cómo” son los que no sobraron. Desde ese punto de vista, PPK, Keiko Fujimori y Alan García hicieron el esfuerzo más evidente por mostrar que sí los tenían a mano.

Pienso que el primero de ellos fue el más preciso y sistemático de todos con su propuesta de lucha contra la informalidad a través de una reducción de impuestos para generar incentivos en el sector de la pequeña y microempresa, el seguro de desempleo y hasta la fusión de ministerios.

Keiko aterrizó más con su propuesta de usar a las FF.AA. en algunas labores de apoyo a entidades y bienes públicos para permitir que un mayor número de policías se aboquen a la seguridad de las personas.

En tanto que García ratificó su iniciativa de canon comunal, que es una aproximación interesante (aunque debatible, por cierto) de cara a repensar un nuevo pacto constitucional y social en el uso y aprovechamiento de los recursos naturales del Perú.

Toledo se hizo entender poco (incluso ni los chistes le salieron bien). Y Acuña, con evidentes limitaciones comunicacionales, centró su intervención en una carta de presentación personal antes que en un programa de gestión gubernamental. El exgobernador de Trujillo no le habló a la CADE, le habló al país. Y si uno se fija en la última encuesta de Datum que confirmaría su tendencia al crecimiento hacia el segundo lugar, pues todo indica que hizo lo correcto.

Salvo PPK, nadie hizo el esfuerzo por demostrar que todos los “cómo” requieren de un “cómo previo”, y ese se llama pacto político. Acaso el “cómo” más importante de todos.