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En la última semana, nos hemos conmocionado por un conjunto de audios que muestran comportamientos no éticos de parte de magistrados y otros personajes vinculados al sistema judicial. Se muestran expresiones comprometedoras y graves de indecencia ética. Ante esta situación, se han producido renuncias de algunas autoridades y consejeros, designación por el Ejecutivo de una comisión para la reforma judicial, apertura de investigaciones en el Congreso y manifestaciones públicas que exigen sanciones ejemplares. Muchas voces, vinculando esta situación con actos inmorales de parte de sectores y actores de la política nacional, reclaman - además de acciones punitivas- una educación para prevenir la corrupción.

En lo que corresponde a los colegios, es fundamental desarrollar un currículo, desde un punto de vista teórico-práctico, que incida en valores, tales como la honradez, la honestidad y la transparencia, en un contexto donde las faltas deben ser proporcionalmente sancionadas en el marco de una disciplina escolar positiva y una consistente tutoría y orientación educativa. Esto adquiere sentido para los estudiantes si directivos, docentes, auxiliares, personal administrativo y padres de familia enseñan, con el ejemplo, ciudadanía ética. Ciertamente, en el marco de un clima escolar armónico, respetuoso, correcto y con principio de autoridad.

Hay que tener en cuenta que no es suficiente fomentar la formación personal-social para tener buenos ciudadanos con valores solo desde las instituciones de enseñanza. Es un imperativo social generar convergentemente aprendizajes éticos desde los hogares, así como desde los espacios públicos, comunicacionales y virtuales de una colectividad que debe educar. Lo cual tendrá relevancia si es que las normas y límites cívicos y morales se cumplen, penando a los infractores desde una sociedad y un Estado donde no exista la impunidad.