En décadas pasadas el Nobel colombiano describía una realidad paralela. Un barquito navegando en medio de una epidemia. Al igual que los personajes de la novela, estamos en una situación en la que debemos aprender a convivir con el dolor, que a veces es inevitable y recordar que la persistencia nos podría permitir reencontrarnos con lo que anhelamos.

Ya antes de la pandemia, la educación en el Perú enfrentaba una situación compleja, marcada por una brecha de inversión que MINEDU estima en 100,499 millones de soles. Agreguemos que la reducción de las desigualdades educativas forma parte de nuestra agenda pendiente y que el INEI ha reportado un preocupante estancamiento del logro educativo en los últimos 10 años.

El viraje a la educación virtual tuvo que ser implementado con una rapidez brutal, con estrategias diversas y seguramente guiadas por las mejores intenciones, dentro de las limitaciones que cada uno de los actores enfrenta. No obstante, la deserción de los estudiantes ha aumentado de manera importante con respecto al año anterior.

La tasa de deserción es relativamente más alta en la educación privada y refleja el impacto de la reducción del ingreso familiar. Otro factor evidentemente importante es el acceso y la calidad de la conectividad. Se calcula que, en el área rural, solo 6% de los hogares tienen acceso a internet y 51% a un televisor, lo cual limita severamente la cobertura del programa “Aprendo en casa”. Es lógico que los esfuerzos se centren en el apoyo económico y la distribución de chips para acceder a Internet. No obstante, preocupa que la atención del aspecto emocional haya quedado relegada.

Los jóvenes están confinados, en un contexto de alta incertidumbre y muchos de ellos además intentando llevar adelante sus estudios en un entorno familiar que podría estar enfrentado problemas serios como haber contraído Covid-19, perdido seres queridos o algún grado de violencia. Esto afecta negativamente su capacidad de concentración y su rendimiento académico. También mina su esperanza de salir adelante y su capacidad de persistir en el logro de sus metas.

No se trata de que las instituciones educativas resuelvan los problemas familiares sino de avocarnos como individuos y como sociedad a promover mecanismos de apoyo emocional. En situaciones extremas, es importante que las personas no se sientan solas y en el plano académico, el poder contar con alguien de más experiencia para enfocarse en el logro de una meta. Se trata de persistir en un objetivo planteado en otro contexto, que sigue siendo algo alcanzable.