A la educación le corresponde fomentar desde las instituciones educativas, los hogares, así como desde los escenarios públicos, comunicacionales y virtuales la interiorización y práctica de valores y actitudes. Pero, sobre todo, contribuir al desarrollo y fortalecimiento de la autoestima y la identidad personal porque cuando el ser humano valora y respeta su cuerpo, su integridad personal, sus bienes y fundamentalmente su vida; entonces respetará el cuerpo, la integridad personal, los bienes y la vida de los demás.

La buena formación integral, sin duda, favorece la interiorización y cumplimiento de las normas y los límites por parte de los niños, niñas, adolescentes y adultos. Esto tiene que ver con la disciplina en la casa, los colegios y los ámbitos comunitarios. Es indispensable que siempre que se cometa una falta exista -en un marco de proporcionalidad- la correspondiente sanción, la cual debe ir acompañada de la orientación y acompañamiento por parte de los tutores, sicólogos, docentes y padres de familia. Es fundamental tener en cuenta que cuando las incorrecciones pequeñas no tienen sus correspondientes sanciones se estaría favoreciendo infracciones mayores en los diferentes espacios y tiempos sociales. Asimismo, es importante que se estimulen las conductas positivas de los estudiantes.

Por todo lo señalado, es conveniente que, en el marco de una consistente política pública de seguridad ciudadana, los sistemas educativos y la sociedad educadora deben contribuir a la convivencia democrática, pacífica, con valores y límites y sin impunidad para la prevención de faltas y delitos.