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Los roces entre EE.UU. e Irán siguen escalando y preocupa que se pudieran ir de las manos. Lo voy a explicar. Hace un mes, el régimen teocrático de Teherán ordenó el derribo de un dron estadounidense en el estrecho de Ormuz, aduciendo que se trataba de una nave no tripulada que sobrevolaba el espacio aéreo iraní con propósitos de espionaje. En esa ocasión, el presidente Trump dijo que Teherán había “…cometido un error muy grave”, buscando remecer al régimen de los ayatolas pero eso no pasó, pues Trump lo desdeñó señalando en ese momento que fue “error de algún general… de alguien estúpido”. 

Con lo anterior, también dijo que había sido informado de que una reacción militar hubiera supuesto como resultado por lo menos 150 muertos y, ante ello, decidió no responder porque lo creyó desproporcionado. Ayer ha sucedido exactamente lo contrario, es decir, Washington dispuso el derribo de un dron iraní, también en el estrecho de Ormuz, y las amenazas de Teherán no se hicieron esperar.

Preocupa que la tensa situación entre ambos países haya pasado de discursos de mutuas amenazas a una fase militar de derribamientos de drones, también mutuos. En la dinámica del conflicto, lo que estamos viendo entre Washington y Teherán puede realmente entrar en una etapa muchísimo más complicada. 

La realidad geopolítica en la región del Medio Oriente crea las condiciones para que pudiera desatarse un conflicto, seguramente raudo, pero a escala. Los enemigos de Irán (persas chiitas) en la región son: Arabia Saudí, el país árabe sunita más poderoso; e Israel, sobre el cual Irán no ha tenido ningún reparo de pregonar su extinción en la propia Constitución persa. 

Está claro que EE.UU., con su presidente por delante, ha bajado el dedo a Irán desde que el propio Trump desembarcó el acuerdo de un programa nuclear al que llegaron en su momento los países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (China, Francia, Reino Unido, Rusia y EE.UU.) más Alemania, con el gobierno de Teherán. Así, el panorama en el Medio Oriente está bastante movido y no debemos distraernos de que pudiera producirse un despliegue de polarizaciones mucho mayor al que hasta ahora han llegado los dos países. 

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