Corre mucho la idea de que Donald Trump no entregaría el cargo de presidente de los Estados Unidos de América el 20 de enero de 2021 que, conforme la Constitución de 1787, en esa fecha, deberá juramentar el nuevo mandatario, que fuera elegido en el reciente proceso electoral que lo legitimó para ser ungido con la más alta membresía política y de Estado, y hasta de que podría haber una guerra civil en el país, si acaso la Corte Suprema de Justicia no le da la razón a Trump ante la eventualidad de que judicialice a fondo el proceso del pasado 3 de noviembre, cuyo resultado, más allá del recuento de votos -como en Georgia-, será su incontrastable derrota. Es comprensible la preocupación de muchos, que ya tienen una idea poco generosa de Trump, es decir, que podría darle diablos azules y atrincherarse en la Casa Blanca considerando que es un personaje imprevisible y que no sabe perder. Si miramos a la historia de los EE.UU. descartaríamos la posibilidad anterior. En su historia nacional de 244 años si hay algo por lo que su clase política y su ciudadanía se han preocupado, ha sido porque sus instituciones nacionales se mantengan pétreas, sin ninguna posibilidad para que pudiera doblegarlas la informalidad y los actos fuera de la Constitución que pudieran en peligro la democracia, su más preciado valor político. No es un Estado fallido o ingobernable. Nada de eso. Por lo pronto el 14 de diciembre será el día de la elección formal por el Colegio Electoral en que los 538 delegados votarán conforme el resultado de la votación indirecta pues han recibido un mandato de los ciudadanos que votaron en cada Estado y aunque nada los conmina a que así sea -hubo en el pasado los denominados “electores infieles”-, procederán a votar conforme el resultado en cada Estado. Luego de ello, a Trump le quedarán muy pocas ganas de querer autoeliminarse promoviendo un rechazo mayor del que ya cuenta. No haría nada que sea marginal a la Constitución y a ley estadounidenses y realmente nadie en el país se lo va a permitir; además, consideremos que podría postular en 4 años y no va a enlodar esa futura aspiración casi de revancha.
EE.UU. no es un país fallido
Columna de opinión.