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Ya nadie entiende hacia dónde va la política exterior estadounidense en relación a los migrantes. La dureza de las decisiones de la Casa Blanca llevaron a que Trump retrocediera en los últimos días, cuando salieron a la luz videos que revelaban las condiciones psicológicas y materiales en que se encontraban cerca de 2300 niños que habían sido separados de sus padres, conforme a la ley migratoria norteamericana que considera a aquellos que cruzan la frontera de manera ilegal como criminales. Esta situación jurídica, que desconoce las reglas básicas del derecho internacional de los refugiados, llevó al gobierno a apartar a los niños de sus padres y le sobrevino inmediatamente una avalancha de críticas de diferentes partes del mundo y de todo calibre. A pesar de todo lo anterior, Washington acaba de sorprender una vez más al determinar la deportación masiva de los migrantes ilegales detenidos en la zona de frontera con México. Las medidas del gobierno republicano no están considerando para nada como una prioridad a los niños, que ni siquiera saben dónde están sus padres y estos tampoco tienen idea dónde hallarlos, más allá de que el gobierno ha reiterado que tiene perfectamente localizada la conexión de los niños con sus padres. No cabe duda de que las acciones emprendidas por Trump le están generando un problema que tiene dimensiones de ser más grande y grave del que pudo haber calculado.

Parte de la libertad con que EE.UU. actúa a sus anchas en este asunto -hay que decirlo- se debe a que no forma parte, prácticamente, de ningún instrumento internacional protector de los derechos humanos a pesar de haberlos pregonado a los cuatro vientos en el pasado. La marginalidad estadounidense de la corriente del derecho internacional de los derechos humanos no debería exonerar a los responsables de las medidas adoptadas de imputaciones que pudieran alistarse en su momento. Nadie creyó en su sano juicio que EE.UU. tendría ese tamaño de actitud con los menores de edad, considerados los más vulnerables del eje social humano. Cruda realidad.