Abraham Lincoln (1809-1865), considerado por muchos, el más grande presidente de los Estados Unidos de América del siglo XIX, murió asesinado, un día como hoy, hace 156 años. Pocos años después, en 1872, en Perú también lo fue el presidente José Balta por los hermanos Gutiérrez. Su legado de unidad nacional se vuelve más vigente que nunca en la nación más golpeada por la pandemia del coronavirus -lleva casi 563,000 muertos a cuestas-.
La trágica muerte de Lincoln tuvo enorme repercusión en el continente -gobernaba el Perú el general Juan Antonio Pezet (1863-1865)-, y el deceso se produjo luego de una agonía de cerca de 8 horas al haber recibido un disparo en la cabeza a manos de un adicto de los derrotados confederados durante la guerra de secesión estadounidense (1861-1864) que fracturó al país.
Lincoln, desde sus primeros años de abogado, luchó por la abolición de la esclavitud -fue coetáneo del presidente Ramón Castilla, también el mejor que tuvimos en ese siglo, que la decidió en 1854, pues el Libertador Don José de San Martín, la dio únicamente a los negros que nacieron a partir del 28 de julio de 1821-, cuya causa la hizo su mayor bandera política, alcanzando la reelección en 1864.
Su idealismo político para preservar a la Unión como la base política del país, que por esos años se hallaba ensangrentado en una guerra civil, sólo es comparable a la del idílico John F. Kennedy, también asesinado (1963), que permitió que por vez primera llegara un negro a la universidad en el país creído siempre de todas las sangres. Lincoln jamás se apartó del Destino Manifiesto como fuente de inspiración para la denominada grandeza americana.
Hoy, el reto para EE.UU. es muy grande: en lo inmediato, vacunar a toda su población, que llega a los 330 millones de habitantes, y vaya que va a un ritmo impresionante de conseguirlo, con cerca de 4 millones de personas inoculadas por día. El segundo, es la reactivación económica de un país impactado por la pandemia que ha dejado un altísimo número de desempleados; y, finalmente, recuperar la condición de hegemón indiscutido del planeta. Esto último es el mayor reto que tiene el presidente Joe Biden, la clase política y el pueblo estadounidenses, pues eso fue exactamente lo que hizo Lincoln a mediados del siglo XIX.