Si la pregunta es si Zamir Villaverde puede tumbarse al Gobierno con sus revelaciones, la respuesta es sí. El empresario en temas de seguridad está graduado, con una tesis fidedigna, en maquiavelismo y es lo más parecido
que ha salido a Vladimiro Montesinos. Por primera vez, se tuvo una versión de los 20 mil dólares hallados en Palacio de Gobierno y que sería una de las coimas de los ascensos en la Policía Nacional. Además, ha revelado, ayer, un pago de 2 millones de soles para Pedro Castillo, vía Bruno Pacheco, por el escándalo de la compra de biodiésel de Petroperú a la empresa de Samir Abudayeh. Su acusación sobre el fraude en las elecciones podría ser lo más grave que podría mostrar y a diferencia de Karelim López, está ofreciendo mostrar pruebas de lo que dice. El Gobierno es un cadáver en descomposición y por donde quiera que se le apriete sale pus. Es un régimen insostenible por su base delictiva y por ello hemos dicho más de una vez en esta columna que estamos en manos de un grupo de rufianes que han tomado el Estado a mano armada. Pero el problema sigue siendo la sociedad delictiva con el actual Congreso y el ánimo cómplice de este de cumplir con el cometido de “Nos quedamos todos”. Es decepcionante que bancadas que supuestamente iban a catapultar la vacancia a partir de la multitud de evidencias que van apareciendo, se hagan de la vista gorda o, sencillamente,
se sometan a los privilegios, componendas y beneficios que deben estar recibiendo a cambio de su actitud obsecuente y servil. Acción Popular, con “Los Niños”, encabeza
ese golpe a la ética, pero no sería el único. Somos Perú y APP parecen haberse alineado con la mafia y dejado sin opciones cualquier posibilidad de una salida digna. Con ello, ya no estamos percibiendo solo los tentáculos de una banda palaciega sino su extensión a la Plaza Bolívar, donde habitan unos cacos con curul. Esta sociedad delictiva Ejecutivo/Congreso es el peor atentado a la moral pública y a la decencia política que se haya visto en la historia del país. Así como se habla de una “pareja presidencial”, estos poderes pueden considerarse -a partir de las evidencias- en una “pareja delincuencial”. Estamos en manos de “Django” y la “Chica Dinamita”.