Es extraño lo que pasa alrededor del gobierno de Martín Vizcarra. No terminamos de definirlo, y la prueba más clara de ello es que distintos sectores le achacan distintas tendencias, o mejor dicho, le achacan lo opuesto a los que ellos son.
El domingo, en una entrevista concedida en un programa de canal N, el expresidente de la Confiep, Roque Benavides, puso en evidencia su molestia con el gobierno, y lo acusó de tener un sesgo “antiempresa”. Benavides, al final de cuentas, dio en esa entrevista los mismos argumentos que sueltan a diario los opositores de Vizcarra que están en los sectores conservadores y cercanos a lo que llaman el “fujiaprismo”.
Pero la izquierda también tiene lo suyo en este asunto. La izquierda, digamos la tradicional, la que sueña aún con viejos estatismos, califica al gobierno de Vizcarra como proempresarial, y señala que sus decisiones en esta pandemia han sido básicamente para favorecer a los grupos económicos de poder. Y por supuesto el caso de Reactiva Perú ha sido, para ellos, la prueba más tangible.
Es sintomático. Las críticas son opuestas, contradictorias, y las visiones totalmente polarizadas. Por un lado creen que Vizcarra ha llevado consigo las ideas de la izquierda y eso es lo que lo está llevando al fracaso. Por otro lado creen que Vizcarra es “más de lo mismo” y solo gobierna para los grupos de poder económico y para quienes cortan el jamón.
Es curioso, pero no nuevo. Es el mismo desentendimiento que le ha pasado factura al país y le sigue pasando. Es una de las razones por las que nos ha costado tanto esta pandemia. Somos un país fracturado, seguimos mirando el país desde distintas posturas, con un abismo de distancia. No hemos podido unificar una visión de país y ese es nuestro drama. El drama que nos hace sufrir de un modo superlativo este duro momento.