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Antes de emitir una opinión sobre la posición del alcalde de Huancayo contra los migrantes venezolanos y la polémica por una ordenanza regional en la que las empresas desarrollen sus actividades con un 80% de personal de la zona, tengo que precisar que soy un migrante más en el Valle del Mantaro. Desde hace 5 años y medio vivo en la Incontrastable y siempre he recibido la calidez, el afecto y el reconocimiento de la gente de este lugar. Por eso, estoy en condiciones de manifestar que el desajuste entre lo que el burgomaestre Henry López dijo y lo que representa este pueblo generoso y cordial linda con lo inconcebible.

Es cierto que hace una semana ocurrió un clima de irrespetuosidad insoportable de parte de un puñado de venezolanos contra la autoridad edil en el frontis de la Municipalidad de Huancayo; sin embargo, la reacción del alcalde no solo ha sido interpretada como una respuesta intransigente y sectaria, sino principalmente plagada de xenofobia.

Hay casos que el burgomaestre debe condenar y combatir, pero debe procurar no ser parte del conflicto. Lo hecho en los últimos días ha tenido repercusión internacional y puede ser que haya sido un plan para beneficio de su propaganda política, en la medida que ha tenido respaldo de sus partidarios; pero las investigaciones del Ministerio Público por el presunto delito de discriminación pueden terminar en una sentencia ejemplar contra el alcalde.

La delincuencia en Huancayo no apareció con la llegada de los venezolanos. La inseguridad ciudadana es un problema de años. La lucha contra esta lacra se debe hacer sin banderas ni fronteras. Todo lo tenemos que hacer con el otro, no sobre el otro. La integración es lo más útil para vencer en esta tarea contra el crimen.