En el día del amor recordemos que muchos actos de la vida internacional decisivos en el decurso de los pueblos, han sido realizados por el impulso del gobierno de los sentimientos. El ejercicio del poder debería estar exento de ello pero no es lo real. El poder es humano y por eso no solo es imperfecto sino, además, en su ejercicio, acertado o errado. Veamos. Uno de los matrimonios monárquicos más recordados sin duda fue el de Carlos V, emperador de Alemania o Carlos I de España con Isabel de Portugal. La muerte de la reina sumió en completa depresión al rey cuya vida fue apagándose lentamente. Superó en esa entrega por el otro al matrimonio de los reyes católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. Por amor los hombres o mujeres con poder perdieron la cabeza. Eduardo VIII de Inglaterra enamorado perdidamente de la estadounidense Wallis Simpson, sin pensarlo dos veces abdicó a la Corona a la que había accedido a la muerte de su padre, Jorge V (1936). Con su gesto mortal remeció a la histórica y tradicional realeza londinense para privilegiar su legítimo destino personal. Aunque no menos enamorado pero sí desorbitado, cinco siglos antes, su antepasado Enrique VIII rompió con la Iglesia Católica fundando la Anglicana porque el papa Clemente VII no concedió su caprichoso divorcio de Catalina de Aragón (1530) -la hija menor de los reyes católicos- para contraer nupcias con Ana Bolena por quien realmente enloqueció de amor aunque luego la mandó ejecutar. El emblemático beso de un marino a una enfermera -la austríaca Greta Friedman el 14 de agosto de 1945, a la que súbitamente tomó por la cintura, exactamente frente al Times Square al enterarse que la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), había llegado a su fin, marcó para siempre el momento del romanticismo largamente esperado luego de una cruenta guerra. Aunque luego surgieran voces que cuestionaran que fuera un beso de amor, la fotografía que tomara para la posteridad Alfred Eisenstaedt, sería apreciada para perennizar el rompimiento de las cadenas del sufrimiento y del llanto que imperó en esa nefasta conflagración. El amor, entonces, también interviene en la política internacional.