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Ya es 2019 y el año que pasó nos dejó poco tiempo para recuperar el aire. Desde la renuncia de un presidente y el surgimiento de otro hasta congresistas desaforados, audios de la vergüenza, un referéndum y más de un líder político tras las rejas. Un país con poco interés por los asuntos celebró el nuevo año con cotillón estampado de los rostros de las más importantes figuras de la política.

Este interés, sin embargo, trajo consigo un lado oscuro: la acentuación de la polarización y, por lo tanto, la reducción cada vez mayor de cualquier terreno común o punto medio, indispensables para cualquier entendimiento en sociedad.

Esta polarización, además, ha afectado cómo el público percibe a la prensa. El año se ha cerrado con un marcado “hostile media effect”, fenómeno que muestra cómo aquellas personas con marcadas posturas políticas perciben al periodismo como parcializado cuando este no confirma sus creencias o intereses.

“Un día soy caviar otro fujimorista, otro aprista. Y eso está bien, porque no tengo compromisos ni lealtades con nadie”, cuenta la periodista de televisión Mabel Huertas, quien, debido a su imparcialidad al momento de ejercer su trabajo, ha pasado por todos los círculos del infierno ante los ojos de derechistas e izquierdistas.

Otra periodista cuya credibilidad depende de a qué “bando” favorece es la reportera de Panorama, Karina Novoa. En julio, Novoa apareció en una lista de supuestos “líderes y cuentas populares fujimoristas” publicada por el diario La República. Ello solo acentuó los calificativos a los que la investigadora ya estaba acostumbrada: “fujiaprista”, “fujitrol”, “naranja”. Luego, cuando las investigaciones fiscales contra Keiko Fujimori y su partido cobraron fuerza, Karina emitió una serie de reportajes desfavorables para el fujimorismo que le cambiaron las etiquetas. “Me comenzaron a decir ‘mermelera’, ‘cuánto te han pagado’, ‘cómo te has volteado’”, recuerda Karina, quien, a pesar de haber realizado importantes denuncias contra a políticos de toda tendencia, afirma que la principal crítica nunca es contra sus notas en sí, sino el no haber investigado al “otro”.

En enero, el periodista Matheus Calderón criticó la acusación de apología al terrorismo contra las tablas de Sarhua.En ese entonces,los insultos en su contra fueron desde “caviar” hasta “terruco”. 11 meses después, el periodista publicó una contundenteinvestigación que demostraba cómo el fiscal José Domingo Pérez había cometido graves plagios en su tesis de maestría. Calderón, quien se reconoce abiertamente como de izquierda, fue tildado de fujiaprista por días.

Como bien dijo el periodista español Ricardo de Querol, está únicamente en nuestras manos romper con las burbujas en las que, sin querer, entramos en las redes sociales. Por un 2019 en el que leamos al que no piensa como nosotros y analicemos, sin pasiones, las siempre existentes escalas de grises.