El estreno por Netflix de “Hasta que nos volvamos a encontrar”, película peruana que encargó la importante plataforma a la productora local Tondero, generó como era de esperarse, una inmediata reacción de la crítica especializada que se encargó de analizarla en cada detalle y con escrupuloso detenimiento. Valgan verdades, en eso no puede existir cuestionamiento, esa es la labor de quienes se dedican al oficio y están preparados para eso y la mayoría coincidió en que es una película menor, sin muchas pretensiones artísticas, entre otros comentarios nada positivos. Hasta allí, esta reacción de la crítica no deja de ser una práctica normal cada vez que se lanza una cinta a la cartelera, o se sube a una plataforma en streaming, pero lo que nunca imaginamos es que con el pretexto de que te guste o no una historia, se generó especialmente en redes, un ataque feroz, desproporcionado y gratuito contra las caras visible del filme, especialmente a su protagonista Stephanie Cayo. Allí sí hay que detenernos a recapacitar si tenemos el derecho de darle duro a una actriz que trabaja desde los nueve años y a quien queremos responsabilizar de todos los problemas y taras de la sociedad peruana. Alucinante es leer en redes que le cuestionen su derecho al trabajo, que si no representa a la mujer peruana y otros que afirman impávidos que ella es símbolo del “privilegio” de una casta. Una película inofensiva, bajo los parámetros que quería Netflix, como hay tantas otras y de diversos países, sirvió para desatar el odio gratuito a actores, directores y productores que tratan de hacer y buscan su propio financiamiento para producir películas, que de una u otra forma generan industria. Ya que nos gusta comparar, en México, Argentina y Colombia, por mencionar países latinoamericanos que llevan la delantera en producción de series y películas, no todo lo que hacen es para ganarse un Oscar, pero no vemos tanto escándalo y drama por una cinta que no “alcanza las expectativas” de los “cultos e iluminados”. Lo repetimos, nadie dice que no se deba analizar una filme y evidenciar sus virtudes y defectos, pero el cargamontón innecesario siempre estará demás y no ayuda para generar el desarrollo de una industria que aún sigue en pañales.
El ataque gratuito por Johnny Padilla (OPINIÓN)
Columna de opinión